Epilepsia: Causas, Tipos de convulsiones, Diagnóstico, Tratamiento

 

Descripción general

La epilepsia es un trastorno neurológico de evolución crónica que se presenta en forma de convulsiones recurrentes, las que se producen en el momento en que algunos grupos de neuronas en el cerebro incrementan de forma desmedida su actividad eléctrica. 


Qué es una convulsión

Una convulsión es una sensación, emoción o comportamiento extraño, acompañado de espasmos musculares y en ciertos casos, pérdida del conocimiento. Una crisis convulsiva puede durar unos segundos o minutos, posterior a los cuales, el cerebro vuelve a funcionar de forma normal. 


Epidemiología

Cerca del 1% de la población mundial sufre alguna forma de epilepsia. Este trastorno neurológico puede afectar a personas de cualquier edad, aunque es mucho más común en la infancia y es la enfermedad del sistema nervioso central más frecuente después de la cefalea (dolor de cabeza). 


Causas

La epilepsia puede ser de origen desconocida o idiopática (causa primaria), en cuyo caso no se puede determinar la presencia de una lesión cerebral orgánica y se asocia con factores genéticos. Cuando la epilepsia es sintomática (causa secundaria), se la atribuye a un trastorno orgánico cerebral comprobable.

De esta forma, la epilepsia sintomática puede tener causas intracraneales (traumatismos, infecciosas, parasitarias, vasculares, o por tumores) o extracraneales (tóxicas, metabólicas). 


Síntomas

Las crisis convulsivas pueden variar mucho en cuanto a su forma de manifestarse clínicamente, y según el área de la corteza cerebral afectada. La característica común de las crisis convulsivas es su breve duración (< 3 minutos), y su inicio y final bruscos. 


Clasificación de las crisis convulsivas

Las convulsiones o crisis epilépticas pueden clasificarse en: 


Parciales

En este tipo de crisis convulsiva, los síntomas y el electroencefalograma (examen que mide la actividad eléctrica del cerebro) indican que se ha producido la activación de solo un área limitada de un hemisferio cerebral. Las crisis parciales a su vez, pueden ser parciales simples o complejas.

  • Convulsiones parciales simples. En este tipo de convulsiones el paciente no pierde la conciencia. Se manifiestan como una sacudida convulsiva (síntomas motores focales) o en forma de entumecimiento u hormigueo (síntomas somatosensoriales). También pueden manifestarse como destellos de luz o zumbidos (síntomas sensoriales especiales). En algunos pacientes las convulsiones parciales simples pueden manifestarse con molestias en la boca del estómago (acidez), sudoración, enrojecimiento de la piel y dilatación de la pupila.
  • Convulsiones parciales complejas. En este tipo de crisis convulsiva, el paciente sufre un deterioro de la conciencia que puede estar precedido, acompañado o seguido de síntomas de automatismo (el individuo realiza movimientos repetitivos con la boca o las manos) y de síntomas psíquicos (miedo, ansiedad o déjá vu). Es importante recalcar, que tanto las crisis parciales simples como las complejas, pueden evolucionar a convulsiones tónico-clónicas generalizadas. 
 

Convulsiones generalizadas

Las convulsiones generalizadas pueden afectar a todo el cerebro o a gran parte del mismo, y se clasifican en cuatro tipos: 


Crisis de ausencia o pequeño mal

Este tipo de crisis se acompaña de deterioro de la conciencia y de componentes clónicos (contracciones musculares sostenidas), tónicos (contracción y relajación muscular) o atónicos (pérdida total del tono muscular) y enuresis (orinar durante el sueño).

La crisis de ausencia se inicia y termina de manera repentina. La pérdida de la conciencia es muy breve y el paciente no suele notarla. Mientras el paciente está conversando, es probable que pronuncie algunas palabras o se interrumpa en medio de la frase durante algunos segundos. Este tipo de crisis suele iniciarse en la infancia y es muy común que desaparezca cuando el paciente cumple los 20 años de edad. 


Convulsiones tónico-clónicas o tipo gran mal

Las convulsiones tónico-clónicas o gran mal, se presentan con pérdida abrupta de la conciencia; el paciente se desploma, se pone rígido y sufre una interrupción de la respiración (fase tónica). Esta fase dura menos de un minuto y va seguida de una fase clónica que se caracteriza por contracciones musculares que pueden durar 2 o 3 minutos, para terminar en una etapa de coma fláccido (fase atónica).

La mayoría de los pacientes que presentan convulsiones tónico-clónicas generalizadas, tienen cambios visuales, gustativos, olfativos o sensoriales, alucinaciones o vértigo antes de que se inicie la crisis, lo que se denomina aura.

Durante la fase clónica de la crisis convulsiva, el paciente puede morderse la lengua o los labios, sufrir episodios de incontinencia urinaria o fecal y es muy probable que también se lastime. Una vez terminada la fase convulsiva, el individuo afectado puede recuperar la conciencia, quedarse dormido, o sufrir una nueva crisis.

Si el paciente presenta un nuevo ataque sin recuperar el conocimiento, estará padeciendo una condición médica denominada estado epiléptico o status epilepticus, pero si recupera el conocimiento y presenta otro ataque se lo denomina convulsiones seriadas.

Hay que resaltar que el estado epiléptico es una urgencia médica que debe ser atendida en una unidad de cuidados intensivos, ya que puede ser fatal en un 2 a 16% de los casos. 


Crisis mioclónicas

Esta crisis convulsiva se caracteriza por contracciones súbitas, generalizadas y breves, muy sensibles a estímulos luminosos y se observa de manera muy frecuente en enfermedades degenerativas del sistema nervioso y en enfermedades metabólicas. 


Convulsiones tónicas, clónicas o atónitas

En este tipo de convulsiones puede presentarse pérdida del conocimiento acompañado de manifestaciones tónicas o clónicas. 


Convulsiones no clasificadas

En este tipo de convulsiones están incluidos los espasmos infantiles que por lo general se presentan en los primeros meses de vida (flexión del cuello, tronco y extremidades); pueden aparecer muchas veces durante el día y pueden dejar como secuela un deterioro neurológico. 


Diagnóstico

El médico neurólogo debe practicar una buena exploración física al paciente afectado, y realizar pruebas diagnósticas complementarias las cuales incluyen: 


Electroencefalograma (EEG)

Este examen permite medir la actividad eléctrica cerebral, y es uno de los más utilizados para el diagnóstico de esta enfermedad. Tiene mayor utilidad si se lo practica en las primeras horas tras las crisis y mientras el paciente está dormido ya que en este periodo, aumentan las descargas epilépticas. 


Video EEG

Este examen es un registro simultáneo de video y de un EEG, para tratar de registrar las posibles crisis del paciente. 


Resonancia magnética cerebral

Este examen es el más indicado para localizar las lesiones cerebrales que puedan estar originando las crisis del paciente. 


Estudio neuropsicológico

El estudio neuropsicológico puede detectar funciones cognitivas que pueden deteriorarse en ciertos tipos de epilepsia como por ejemplo, la memoria o el lenguaje.

Otras pruebas diagnósticas pueden incluir la tomografía por emisión de fotón único (SPECT), y la tomografía por emisión de positrones (PET). 


Tratamiento

El objetivo principal del tratamiento es el control de la frecuencia e intensidad de las crisis, para lograr que el individuo afectado lleve una vida normal con un mínimo de limitaciones. Cada paciente puede responder de manera diferente al tratamiento médico, por lo que se pueden necesitar ajustes periódicos de la medicación.

Si el médico especialista ha logrado determinar una causa que desencadene las convulsiones, éstas deberán ser tratadas (por ejemplo, se practicará una cirugía en caso de existir tumoraciones o lesiones cerebrales). 

 

De manera general, el tratamiento más efectivo comprenderá: 


  • Utilizar un solo medicamento, aunque en algunas situaciones particulares se pueden asociar 2 o 3 fármacos de manera conjunta.
  • Emplear las dosis más adecuadas.
  • Prescribir el medicamento el tiempo necesario.
  • No se debe suspender el fármaco de manera brusca.
  • Supervisar qué otros medicamentos está tomando el paciente para controlar las interacciones farmacológicas que pudieran presentarse.


Algunos de los medicamentos más utilizados incluyen: carbamazepina, clonazepam, etosuximida, fenitoína, fenobarbital, entre otros. 


Dr. William Bonifaz B.
Doctor en Medicina y Cirugía
Reg. Prof. 9871

 

Referencias


















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